Planificar a largo plazo para asegurarnos una estabilidad a futuro, es algo en lo que deberíamos pensar cada vez más. El descenso de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida hace que la pirámide poblacional se esté invirtiendo y, en consecuencia, habrá menos personas para soportar el gasto de las pensiones. Por eso es importante ser previsores y garantizarnos un futuro económico más holgado.

Es evidente que cada etapa de la vida es diferente, nuestras prioridades van cambiado y también nuestra capacidad de ahorro. Por lo general, un inversor joven tiene más capacidad de asumir riesgos, mientras que en las últimas etapas de la vida el objetivo es arriesgar menos y preservar el capital. Pero no existe una regla ideal entre edad y tipo de inversión, ya que cada inversor debe adecuarla a sus circunstancias personales.

Para ello es importante saber qué tipos de inversión hay y cuál se adapta mejor al perfil inversor de cada uno, así como a los objetivos que tengamos planteados.

Las formas de inversión varían según la edad. Y aunque hay que encontrar las que se adapten mejor a nuestros objetivos y circunstancias personales, por norma general se puede aplicar la regla del 120 para distribuir nuestros activos. Esta regla es bastante sencilla y consiste en restar 120 menos tu edad.

Por ejemplo: Una persona con 30 años (120-30=90), debería tener el 90% de su cartera en renta variable y el 10% restante en renta fija. Y así sucesivamente, reduciéndose en un 1% cada año que pasa.

DE LOS 25 A LOS 35 AÑOS

Momento de arriesgar

A esta edad, los ahorros suelen ser escasos ya que lo más probable es que acabemos de incorporarnos al mundo laboral.

Las inversiones en esta etapa se pueden destinar a productos de mayor riesgo ya que se tienen más años para recuperar las pérdidas si la inversión no sale bien. Aquí podemos aprovecharnos del interés compuesto donde el mejor aliado es el tiempo.

Aquí el porcentaje de activos se distribuirían en un alto porcentaje en renta variable (entre un 80% y 90%) y el resto en renta fija (entre un 20 y un 30%).

DE LOS 35 A LOS 45 AÑOS

Calibrando el riesgo

En esta etapa, lo más seguro es que tengas un trabajo estable pero quizás más gastos como hipoteca, hijos…y la capacidad de ahorro merma. En esta etapa deberías a empezar a reducir el porcentaje de renta variable. Se recomienda una horquilla de entre un 70% y 80% en renta variable y el resto en renta fija.

DE LOS 45 A LOS 55 AÑOS

Etapa de riesgo moderado

Aunque parezca que aún queda tiempo, hay que empezar a tomarse en serio el objetivo de ahorrar para tu jubilación. Y cuanto antes empecemos, con menos esfuerzo lograremos nuestras metas. Y si ya empezaste, no lo dejes y sé constante para consolidar tu ahorro.

En esta etapa los salarios suelen aumentar y, por tanto, podemos tener más capacidad de ahorro.

Aquí los activos en renta variable disminuirían en una horquilla de entre un 40 y un 50%.

DE LOS 55 A LOS 65 AÑOS

Ser conservadores

Aquí es importante centrarse en aquellas acciones que pueden darte tranquilidad.

Es el momento de asentar y consolidar lo conseguido. Y también puede ser el momento de valorar si rescatar tus inversiones.

En esta etapa la renta variable se reduciría entre un 20% o 30%.

Antes de decidir qué tipos de inversión te interesan más, consulta con un asesor financiero. El asesor financiero te informará sobre las distintas opciones y te aconsejará cuál es más beneficiosa, según tu perfil y objetivos. Si estás interesado en contactar con un asesor financiero para planificar tu jubilación, clica aquí.